lunes, 6 de abril de 2015

VIAJE AL INTERIOR DE LA MENTE DE UN TORERO. ¿COMO CONTROLAN EL MIEDO?





Antonio Malavé
Los resultados de su trabajo fueron presentados en una conferencia en Las Ventas:¿Qué se cuece en el interior de la mente de un torero? ¿Cómo influye el miedo en su vida? ¿Un diestro se comporta de manera distinta a cualquier persona por el mero hecho de serlo? El neurocientífico y bioquímico Antonio Alcalá Malavé ha tratado de arrojar luz a estas y otras cuestiones que se centran directamente en el poder de la mente de aquellos que, desafiando al temor, se juegan cada tarde la vida delante de un animal bravo de 500 kilos.
Precisamente el miedo es uno de los aspectos fundamentales a considerar a la hora de estudiar la psique del matador de toros. De manera resumida, el cerebro del torero se deja moldear por el pavor desde su etapa como novillero, siendo esa sensación la que convierte su mente en genuina y diferente cuando toma la alternativa y, más aún, cuando lleva varios años ejerciendo su profesión. En este sentido, el doctor Antonio Alcalá diferencia entre novillero, torero y supertorero (un equivalente a figura consagrada del toreo).



Entre las dos primeras etapas existe un abismo y hay muchos novilleros que después de años intentando tomar la alternativa se quedan en el camino, cambian el oro por la plata o directamente abandonan la profesión. «Esto no es casualidad -explica tajante el doctor Alcalá- porque la mente del novillero está sometida a una tremenda presión por parte del miedo que le hace retorcer la química del cerebro y eso mismo, a su vez, le hace retorcer el modo de funcionamiento de las neuronas».
Es decir, según sus estudios, la sensación de miedo influye en el comportamiento de las neuronas generando una presión que a veces el novillero no es capaz de superar y abandona la profesión. «El torero es una persona que ha pasado lo que se denomina el punto de no retorno biológico, ha traspasado totalmente el umbral del miedo y ha dejado que este moldee su cerebro», comenta Alcalá.
De esta manera, y de manera resumida, el miedo modificaría el cerebro del torero convirtiéndolo en uno totalmente distinto al de resto de humanos.
«Desde un punto de vista anatómico ya no es como el de una persona normal, pero tampoco desde el punto de vista químico, biológico o físico», determina el doctor, que compara el cerebro del torero con el de un paracaidista, un samurái, un médium o un faquir, personas que 'coquetean' permanentemente con la muerte. ¿Cuál es la diferencia entre cualquiera de ellos y un matador de toros?. Muy sencillo, el torero aparte de dominar el miedo, es capaz de crear arte activando una zona del cerebro muy específica que hace que su lucha con el miedo y con la muerte exprese arte en cada uno de sus movimientos.


Todo ello conlleva, según Antonio Alcalá, una preparación psicológica que comienza en la infancia. En su etapa como becerristas inician su dominación del miedo, pero hasta que no toman la alternativa no logran vencerlo totalmente. «El torero se siente poderoso porque ha sido superior al temor y al pánico pero a la vez se ve esclavo del efecto colateral que ha hecho esta sensación en su cerebro y en su biología» asevera el doctor que hace hincapié en la necesidad de estar en contacto con el toro como parte vital de su existencia.


Según narra, su mente se ha moldeado con el miedo y ha creado un biotipo personal específico, especial e impecable, que es la mente del torero. «Eso es lo que he pretendido descubrir con mi estudio», relata.
En concreto ha analizado la influencia de la dopamina, norepinefrina y serotonina, sustancias que todos los seres humanos tienen en su cerebro pero que en el de los toreros aparecen en mayor cantidad, teniendo como consecuencia una repercusión directa en su forma de ser.

«El miedo transforma esas sustancias que son neurotransmisores que pertenecen a la química cerebral. Influyen en pensamientos pero el pavor trastoca todas esas sustancias o se segregan en menor cantidad, como el caso de la vasopresina, o en mayor cantidad como la serotonima o la dopamina», apostilla el facultativo.
La presencia de estos componentes también genera efectos colaterales. En el caso de la menor generación de vasopresina, este hecho delimita la capacidad que tiene una persona de quedarse tranquilo con una pareja o buscar más. «Esa zona queda alterada en el torero y lucha contra ello pues es una consecuencia directa de su profesión. Está más predispuesto a la infidelidad, pero siempre sexual, nunca emocional», comenta Antonio Alcalá.


El neurocientífico y bioquímico va un paso más allá y destaca el paso de un torero a una figura del toreo, pues estos últimos «utilizan la energía del universo para torear y en su vida diaria. Es decir, manejan conceptos de las leyes de física cuántica sin saberlo. Aparte de ser personas muy especiales, tienen una mente paranormal, con dotes de médium porque son capaces de tener premonición, anticipación, pueden soñar con cosas que van a suceder, logran poner la energía del universo a su favor e incluso rezan de una manera especial para que el toro no los coja».




Pensamiento positivo
Todas estas cuestiones explicarían para Antonio Alcalá la 'facilidad' que tienen los matadores de toros para recuperarse en tiempo récord de sus cornadas. «Aplican de manera directa las leyes de física cuántica y saben exactamente cómo se tienen que sanar y lo hacen con el pensamiento, pensando y viviendo en positivo. No es que el torero esté hecho de otra pasta o sus tejidos cicatricen antes, pero los diestros saben que después de una cogida se van a curar muy rápido. Lo piensan y lo viven así y eso les hace recuperarse antes. Está científicamente demostrado que sucede».




¿Cómo ven a los toreros?
«El torero es un hombre con un lenguaje corporal impecable, seguro de sí mismo, que no teme al sexo opuesto, se sale con la suya y no negocia ante el riesgo», se apunta en el estudio. Eso hace que cualquier persona perciba que está ante un ser especial cuando se encuentra con un matador de toros, tanto que hombres y mujeres son conscientes de que están frente a un hombre y una mente que no es normal.
Antonio Alcalá aún no ha consultado los resultados de su estudio con ningún profesional de la tauromaquia. Aún así, estima que su trabajo ayudará a que el torero sea mejor entendido por el público, no solo por los aficionados, sino por cualquier persona que conozca esa mente especial, su poder y sus peculiares reacciones.
Y todo ello surgió casi por casualidad. Antonio Alcalá es íntimo amigo del pintor Andrés Mérida, un artista que se dedica a reflejar escenas relacionadas con la tauromaquia con una visión de la misma muy particular.

ANDRÉS MÉRIDA

«Hubo un acto en Málaga y Andrés Mérida me pidió que habláramos de ciencia y toros. Pero yo no tengo ni idea, así que se me ocurrió hablar de la mente del torero. Aquello gustó mucho y la consecuencia de aquella conferencia fue que muchos aficionados me pidieron un libro», recuerda el facultativo.
Comenzó a reunirse con el pintor, y mientras el neurocientífico y bioquímico investigaba en profundidad cómo podía ser la mente de un torero en cuanto a química, matemática, biología, anatomía y física cuántica, Andrés Mérida iba plasmando sobre un lienzo las conclusiones a las que llegaba Antonio Alcalá. Este es el germen de una historia que concluyó con una conferencia en la plaza de toros de Las Ventas y aparición en numerosos medios de comunicación.
Entre los tipos de estudios científicos, Alcalá ha decidido buscar información y documentarse para apoyar sus conclusiones bibliográficamente. Es decir, no ha cogido a ningún grupo de toreros para preguntarle sus impresiones, ni ha comparado sus electrocardiogramas o encefalogramas con el de personas de cualquier otra profesión.


«He hecho una labor muy potente de observación de los movimientos de un torero en la plaza, de cómo salen en las fotos, del lenguaje verbal y no verbal que tiene un matador de toros y he investigado y me he nutrido de lo que es la química del miedo», defiende Antonio Alcalá, que define la química cerebral como aquella ciencia que estudia las sustancias existentes en el cerebro, que permiten a la persona pensar, respirar, tener memoria o mantener una conversación, entre otros aspectos. Es decir, todas las funciones cerebrales habidas y por haber están ancladas en la química cerebral.


Las Ventas acogió las conclusiones de su estudio en una conferencia y ahora su intención es recoger toda la información y sus conclusiones en un libro, aunque no se plantea retomar investigaciones relacionadas con el mundo del toro.
«Mi campo de investigación es otro», subraya Alcalá, que indica que su única intención fue unir la ciencia al arte de manos de Andrés Mérida, con el objetivo de defender la fiesta y aportar su grano de arena para ello.
Siga o no con sus estudios sobre la mente de aquellos que se ponen delante del toro, esta investigación está levantando polémica, entre quienes tachan sus conclusiones de falta de rigor científico o los que destacan la falta de profundidad en el mismo.
Sea como fuere, es uno de los primeros trabajos que se acerca a los matadores de toros y trata de arrojar luz sobre cómo ven y cómo viven con una profesión en la que se juegan la vida cada día.
Ahora serán los profesionales del toreo los que determinen si están de acuerdo o no con sus teorías. De momento, ninguno se ha pronunciado ni a favor... ni en contra.





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